Texto para el catálogo de la muestra Cavagnaro, Di Toro, Campos Rocha en la Fundación
Centro de Estudios Brasileros, Bs.As. 2004

La operación de comparar permite visualizar situaciones generalmente entendidas de modo independiente: sin las constricciones de una solución a priori, dispone un diálogo y establece afinidades entre elementos aparentemente autónomos y heterogéneos. Resulta un ejercicio útil que permite delimitar otros recortes y contemplar los alcances de aquella nueva conjunción. Poner en paralelo las producciones de artistas argentinos y brasileños que circulan en el universo de la geometría, es, precisamente, la intención de esta exposición que presenta a Rafael Campos Rocha, Andrea Cavagnaro y Verónica Di Toro. El diálogo que abren las producciones de estos tres artistas se inicia con las posibilidades de articulación de formas sobre el plano; se paran en los cruces de aquellas unidades consideradas estrictamente pertinentes a la disciplina plástica para cada uno proyectarse en direcciones diferentes. Para los tres, los planos, las líneas, los volúmenes, el color son los elementos constitutivos de sus producciones; en este sentido, sus poéticas se balancean y repican sobre el concepto de abstracción.

En tren de comparar podemos pensar entonces estas producciones en relación al desarrollo que la abstracción tuvo en el proceso artístico argentino-brasileño durante los años 40 y 50. Así, concretismo y neoconcretismo aparecen como referentes para pensar estos fenómenos de forma-color. De modo sintético, podemos decir que el concretismo se propuso poner entre paréntesis las dimensiones semánticas de la pintura para enfrentar los problemas sintácticos de la forma: un programa radicalmente abocado al trabajo exclusivo con los elementos plásticos con el objetivo de transformar los horizontes cognoscitivos. Una intervención efectiva en la vida cotidiana que aspiraba a reorganizar objetiva y funcionalmente aspectos del entorno humano.
Humanidad sobre la que posteriormente volvió el neoconcretismo redimensionando a través de la inclusión del cuerpo y los sentidos el espacio de la subjetividad. El neoconcretismo afirmaba, entonces, la aprehensión del fenómeno estético en la revalorización de la experiencia del espectador y de la capacidad de la obra de trascender la propia materialidad creando nuevas significaciones. Fenómenos plurales y más abiertos a la experimentación perceptiva ponían en crisis la evolutiva autonomía del lenguaje artístico.

Algo de toda esta tradición permanece entre estas obras. Más o menos reconocida en sus referencias, es una trama que actúa por ecos e interrelaciones y que, como espectadores, nos permite acercarnos a la comprensión de las emergencias de una historia regional. Hélio Oiticica y sus relevos espaciais aparecen a modo de cita en Barricada de Rafael Campos Rocha, esta obra que se crea y se despliega en el espacio expositivo sin llegar a plantear la circulación implícita en una instalación. Hay, sin duda, algo de la pintura que atrae a los elementos que la constituyen a pegarse a la pared; pero también hay un tránsito del espectador que no puede dejar de modificarla. Un espacio constructivo tan sutilmente construido que pareciera tener la capacidad de caerse y de volver a rearmarse en otra clave.

Modificaciones perceptivas son las que también se propone la obra de Andrea Cavagnaro: una casa de un barrio de casas bajas de Mar del Plata es intervenida por la artista con un mantel de hule. Andrea viste a la casa con flores amarillas organizando, a partir de un análisis descriptivo de la arquitectura, los moldes de su construcción. Series de cuadrados pegados alteran y renuevan el paisaje arquitectónico y urbano transluciendo las marcas de lo anterior. Una ingeniería desarrollada en función de activar la seducción del objeto y el deseo de percibir. Su objetivo es intervenir efectivamente en la vida cotidiana de una familia que, a partir de su acción, abre la puerta y las ventanas de la casa bajo un nuevo criterio de funcionalidad: sin duda, con el vestido amarillo algo se transformó. Verónica di Toro opera con una lógica seriada que también crece y se extiende revistiendo paredes.
Rayas y rayas que se repiten a través de un módulo y que se interceptan e interactúan con otras líneas en su propia lógica. Patrones textiles que se reproducen exaltando la bidimensionalidad y apelando a la dura y atractiva sensibilidad de la técnica precisa y la claridad absoluta de la geometría.

Geometría que reúne y distingue a los artistas de esta muestra; que estructura a la vez que libera posibilidades para estas creaciones. Formas que circulan entre estas producciones acordando y discutiendo sobre sus postulados: una experiencia para descifrar la geometría mientras las obras nos devoran.